jueves, 24 de julio de 2014
El ladrón
El
ladrón
Alguien me
está soñando.
Quiere
saber mientras yo duermo;
los
pensamientos, la electricidad en movimiento.
También
unos agujeros negros
en los que
desaparezco
para que no
me sueñe.
Me acomodo en
la oscuridad
y me cierro
así no
puede leer el inicio del cuento.
Pero dudo y
por ese espacio que deja
mi duda, el
que me sueña, escribe:
“Alguien
está soñando”
Rápido
cambio la frase y lo delato,
“Hay un
ladrón de sueños”
y sentada
en el banco de piedra
pálida por
la luz de las estrellas
pienso en
el final del cuento:
Y lo
escondo en el negro agujero
que ha
dejado su sueño.
9/2013.- R.Saporiti
Urbanas
Urbanas
¿Señor,
señor, ¿me podría poner una estrella en la cabeza?
No quiero un tatuaje, ni un dibujo en tinta
china.
Quiero la luz para ver colores y palabras
y el mundo después de tanta ausencia.
¿ Cómo será la palabra con su canto?
Quiero ver graffiti en las paredes
sensuales, provocadores, de colores agresivos
y textos incomprensibles.
La luz de mi estrella lee en la pared
“ Titi, te
amo para siempre” al lado de un
jeroglífico
de azules y turquesas con carmines
de carmenes
pasadas de moda, ya olvidadas.
Alguien
tiró un aerosol por la ventana
de ondas
gigantes, espaciales.
Y se han
dibujado como en espejos enfrentados
otras
imágenes: una calesita, un malabarista,
un caballo
que puede bailar como en un circo
Y dos
leones gigantes con nombre propio:
Franco y
Gianluca ( Quizás esté en Italia)
Mientras
los leones rugen en signo de pelea
y Titi se
lee feliz y enamorada,
llegan unos
hombres con altas escaleras
tachos,
brochas y pintura blanca;
con rapidez
profesional, matan a los leones
enlazan al
caballo y lo atan al poste
y a Titi le
dicen: “ Andá para tu casa.”
A medida
que crece el blanco puro y duro,.
el
malabarista cae al suelo y los avioncitos,
los autos
de carrera y los patos amarillos
huyen de la
calesita.
Cuando
terminan, mi estrella se ha apagado,
pero no me
resigno y sigo el camino donde
pintan
estrellas en la frente y entonces conocés
palabras
nuevas y leones con nombre propio,
calesitas
antiguas y alguna carmencita dormida
por el tiempo,
que capaz era una intriga.
agosto de 2013 R. Saporiti
Mojitos
Mojitos
A Marisa le temblaban las
piernas en la puerta del café, “ La bodeguita del medio” se veía oscura y fresca desde la puerta . El
sol la había enceguecido y no lograba encontrar a Ernesto, pero lo intuía como
siempre, acodado en el mostrador con tres o
cuatro copas vacías, muestras de los mejores
mojitos que se había tomado.
Igual levanto la cortina y caminó
a tientas hacia el lugar que presumía estaba
el escritor
, oyó su risa contagiosa en los oídos y en la piel.
- Hola, dijo temerosa, y el hombre
la abrazó haciéndola desaparecer entre sus brazos y su enorme cuerpo. ¡ Hola
guapa! , ¿ cuando llegaste? ¡ Que alegría verte!
La muchacha se separó del abrazo
para poder respirar y contestó –Esta mañana
en el vuelo
de las 10 y 30. -Sabés que no tenemos mucho tiempo y según me dijiste hay medio
libro para corregir.-¿ Por qué no nos ponemos a trabajar? No bebas mas, vamos
al hotel.
- No tengo ganas , lo que escribí es una
porquería y no merece la pena corregirlo.
- Mozo! dos mojitos con mucho limón-
Marisa suspiró resignada. Había que tener
mucha paciencia con ese hombre y mu-
cho valor
para arrancarle las carillas que había escrito. Al rato Ernesto estaba borracho
.
La chica lo ayudó a llegar al
hotel, lo acostó, le sacó los zapatos y le aflojó el cin-
turón. A
los diez minutos Ernesto roncaba y la muchacha se acercó a la mesa donde
estaban las carillas apiladas. Ahí dudó. El título de una de las pilas decía el
“Viejo y
el Mar”, la
otra “El hombre que grita”. La conmovió la imagen de un hombre que grita.
Y eligió.
Recogió las carillas del “Hombre que Grita” y las metió en su bolso, se acerco
al hombre dormido y lo besó en la
boca.
-Adiós viejito y gracias. Si lo termino podré
viajar a Francia- Salió en puntas de
pie,
cerrando en silencio la puerta del cuarto de hotel.
R. Saporiti
La fidelidad de Petrus
La fidelidad de Petrus
La puerta
estaba abierta, por la calle pasaba la gente y
vislumbraba
el interior de la casa. Techo de madera, la-
drillo a la
vista y unas cortinas voladoras color lila. To-
dos querían
saber quien vivía allí, jamás se había
visto
gente; sin
embargo la casa estaba habitada. Los provee-
dores
dejaban sus mercancías, el pasto lucía cortado y
un perro
gigante, como de piedra, dormía todo el día en
el umbral
de la puerta.
A la noche
la puerta se cerraba, y la luz desaparecía jun-
to con el
perro. A la mañana todo comenzaba: la luz del
sol en las
cortina lilas, el techo de madera y el jardín apa-
recía
regado.
Petrus, le
habían puesto los vecinos al perro, que inmóvil
montaba
guardia.
Así pasaron
los días, los meses y algunos años. Petrus apa-
reció
muerto un día. La puerta quedó cerrada, el jardín co-
menzó a
secarse y el techo de madera se pudrió. Todavía
algunos
vecinos pasan para ver la casa derruida y el jardín
abandonado.
Y se preguntan ¿ a que amos soñaría Petrus
cuando
soñaba con una cortina color lila, un techo de pino,
un jardín húmedo y fresco?
R. Saporiti
R. Saporiti
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