viernes, 15 de noviembre de 2013

Cuarenta y nueve

                                               Cuarenta y nueve  



          Se llama Jesús. Es flaco y feo. Jesús mira a su hermano en la comisaría donde trabaja. El hermano le anuncia que a su primo Alberto lo han baleado. Por accidente. Por estar en la puerta de su casa. Por no entrar rápido a la casa cuando vio las motos. Pasaban  por el frente disparándose como pistoleros del far west. Y la ligó. Una bala casual
le perforó los intestinos, le recorrió todas las curvas y se alojó sin salida en el hueso de
la cadera.
          Está gravísimo, le cuenta. Lo están operando, le dice.
Jesús es un policía joven, sin experiencia. Pero en su casa son muy devotos y el va todos los domingos a la iglesia. Así que mientras avisa a su jefe, una parte de su cerebro
se pone a rezar. “ Padre nuestro”...
          Mientras en el quirófano el cirujano lava a fondo los intestinos. Sutura, agrega, acomoda.
          Alberto sueña. Sueña que el sol de Corrientes lo baña, lo acaricia. Tira de la caña
y el pacú se sacude para no morir asfixiado.
          Cuando le arranca el anzuelo de la boca, algo de sangre le mancha las
manos, por mas que el cirujano trabaja contra reloj, la sangre de Alberto le mancha los brazos, los pantalones, los pies. Jesús reza el Padrenuestro N° 49. Justo la edad de Alberto. Hoy, justo hoy, Alberto cumple 49.
          Ya pasaron 5 horas y el anestesista controla. El médico lo mira. El anestesista le devuelve la mirada y con los ojos le dice: “Apurate” Alberto abre con destreza la panza
del pez le saca las tripas y lo lava en las aguas del río entre amarillo y marrón.
          Jesús está agotado. Tanto rezar lo ha dejado agotado. El cirujano ya está cosiendo; pone un tubito, le ofrece la frente a la enfermera y esta le seca el sudor con unas gasas. Está agotado. Cinco horas de trabajo sin parar. Alberto está agotado. Cinco horas al sol por un pacú de porquería, para lucirse ante sus amigos. Mira al pez y realmente es bastante grande.
           El sol se ha escondido y casi no se ve. Empieza a caminar buscando el sendero que lo llevó a la orilla del río. Se equivoca y se interna en el monte cerrado. Alberto sigue con los ojos cerrados. Lo ponen en terapia. Jesús reza.
            Ahora el cirujano fornica con la enfermera para aflojar la tensión . Al rato empieza a amanecer y Alberto sale del monte y encuentra el sendero.  Piensa en su cumpleaños. Está contento. Aún es joven, recién tiene 49.




                                                        



                                                                              

                                                                          

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